miércoles, 15 de marzo de 2017

Más Allá de las Contradicciones - La Cabeza Bien Puesta; Edgar Morin



La educación actual se centra más en los problemas simples de lo que se podría llamar "economía de la educación"; se enfoca en los problemas de aula, de horas de trabajo, de salario, de cantidad de docentes y alumnos, en vez de centrarse en la calidad de la educación que se brinda.

El autor habla de un impase en su enunciado "No se puede reformar la institución sin haber reformado previamente las mentes, pero no se pueden reformar las mentes si no se reformaron previamente las instituciones"... Este impase ha sido alimentado por la soberanía que se le atribuye a los profesores, quienes "son dueños de su materia" y sólo deben cumplir con el pensum que los burócratas pre diseñan y quienes arbitrariamente le atribuyen importancia a lo que se enseña y genera una resistencia barbárica a los cambios que son necesarios para el avance educativo; resistencia alentada por el modelo de especialización cerrada y la creencia de que el conocimiento general no es necesario sino que se debe separar el conocimiento para lograr el progreso de la ciencia y, debido a la representación de la escuela en la sociedad y la sociedad en la escuela cual espejo, se termina en otro impase en forma de pregunta "¿Quien educará a los educadores?".

El deber que tenemos los educadores del presente siglo no es otro que el de promover la reforma del pensamiento en los estudiantes para dejar de ser víctimas de un sistema educativo que fragmenta el conocimiento basado en la burocracia o en las etnias, nacionalidades o religiones; todo ello debe llevarse a cabo sin que la función de enseñar lo lleve a convertirse en un funcionario, sin que la profesión de educador conlleve a ser un experto narcisista. Los profesores que eduquen profesores y que estén dispuestos a realizar los cambios de paradigma necesarios al sistema deben entender que el sentido de esa misión es la de salvación pública, una salvación que debe ser transmitida para que se nutra día a día.

ADRIMAR LACAVA

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